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Las etiquetas son el nombre que le ponemos y que le atribuimos a las cosas, como, por ejemplo, las etiquetas que nos encontramos en los productos que compramos, en un envase, por ejemplo. Todo producto tiene una etiqueta y son muy fáciles de poner, ¿verdad? hay máquinas que se encargan de etiquetar los productos en cadena.

Pero, ¿te has parado a pensar en lo fáciles que son de poner, pero lo difíciles que son de quitar? ¿Alguna vez has probado a quitar una etiqueta de un producto? Cuesta muchísimo, ¿verdad? en algunos envases es casi imposible, tanto que hasta rascando no se quita, hasta poniéndolo a una alta temperatura se hace complicado, tanto que, todavía quedan rastros de etiqueta pegada en el envase porque contienen un pegamento muy fuerte y muy resistente.

Pero, ¿qué ocurre cuando le ponemos etiquetas a las personas? Que cuestan igualmente de quitar.

Lo hacemos casi de forma inconsciente e involuntaria. Normalmente esas etiquetas vienen acompañadas del verbo SER, eres esto eres lo otro. Y aquí, es donde se produce el gran peligro. El verbo SER tiene efectos muy potentes, devastadores, tanto que o bien puede empoderarte o puede hacerte mucho daño, desalentándote.

¿recuerdas alguna etiqueta que se haya puesto?

No sé cuál es esa etiqueta que te pusieron, pero, quizás de pequeño, te hayan dicho que «eras muy habilidoso dibujando, cantando, eras bueno en música, o que eras brillante en lectura, eras bueno en los deportes, o que eras un niño muy bueno», o por el contrario quizás te hayan dicho que «eras poco habilidoso», o hasta incluso que, «eras un patoso, un manazas o un inútil». Que, «eras lento para leer, eras lento para estudiar, para aprenderte la lección, eras lento para correr, que eras malo en los deportes, eras un arrítmico en música, que eras desastroso dibujando…».

En ambos casos, los niños se lo creen y crecen pensando que son o bien habilidosos, brillantes y buenos, es decir viven empoderados, o, por el contrario, desalentados, no son habilidosos, no sirven para X cosa, o son niños malos.«

¿Cuál es el efecto desalentador de estas palabras? Un niño se dirá a sí mismo, bueno, si ya me han dicho que soy malo en x cosa, yo me lo creo y para qué hacer nada al respecto. Entonces ya no intenta mejorar, ya se lo ha creído. Y actúa conforme le han dicho que, «ES». Pero esto te pasa factura cuando eres adulto, muchas veces no intentamos hacer según qué cosas y no nos arriesgamos porque de pequeños nos creímos esas etiquetas y directamente, desistimos de intentarlo.

Esas etiquetas lo que han provocado es:

Miedo, desaliento, desconfianza, frustración, falta de autoestima, intolerancia, dudas sobre uno mismo.

«Ya Napoleón Hill dijo: Piensa dos veces antes de hablar, ya que tus palabras e influencia plantará la semilla del éxito o fracaso en la mente del otro».

Desde luego la única forma de resolverlo es la forma en la que se «dialoga», y esa es cambiando el verbo SER, por explicar que una conducta, un comportamiento puede que no sea el más adecuado, o alentar que mediante la práctica se mejore una habilidad. En lugar de decir, «eres malo», o «eres un patoso» alentar a que su comportamiento puede mejorar, por lo tanto, explicar que existe una mejora que progresivamente puede darse, evitando señalar o etiquetar con una afirmación tan sumamente rotunda y tan poco empoderadora.

Cuidemos nuestras palabras y cuidemos de las personas a quienes les damos nuestros consejos, que están a nuestro cargo, que lideramos. No se me ocurre otra cosa mejor que la etiqueta con la que deberíamos alentar a los demás y es usando una etiqueta propia, para predicar con el ejemplo, una única etiqueta que no se despegue nunca de uno y esa es la de «SER persona a tiempo completo».

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